Fernando II fue un rey fundamental para la catedral compostelana, impulsando el fin de las obras, con la generosa pensión vitalicia concedida al Maestro Mateo en 1168. En 1180, dejó escrita su elección de la catedral compostelana como lugar de enterramiento y, a su muerte, en 1188, poco antes de la colocación de los dinteles del Pórtico de la Gloria, su hijo Afonso VIII (IX) puso todo su empeño en cumplir su voluntad, lo que logró al poco tiempo. Con eso, se configuraba oficiosamente el Panteón Real compostelano, del que ya formaban parte la madre de Fernando II, Berenguela y su abuelo, Raimundo de Borgoña. Tras el traslado del Panteón a su actual localización, en 1535, se produjo cierta confusión en la identificación de los sepulcros. Los estudios estilísticos de los yacentes llegan a la conclusión de que se produjo un intercambio de identidades y que el tradicionalmente identificado con Afonso VIII (IX) correspondería en realidad con Fernando II y viceversa; datándose esta pieza entorno al año 1230, fecha de la muerte de Afonso.

Posible confusión en la atribución de los sepulcros de Fernando II y Afonso VIII (IX)

Originalmente, el Panteón Real se situaba en el extremo norte del crucero de la catedral, donde ahora se encuentra la capilla de Santa Catalina. En 1535, se trasladó a su localización actual y en el desplazamiento pudo producirse cierta confusión en las identidades de los sepulcros.
En concreto, por cuestiones formales y estilísticas, es posible que las identidades de los enterramientos de los reyes Fernando II y Afonso VIII (IX) estén intercambiadas de forma que, el atribuido al primero sería en realidad el segundo y viceversa.
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